marzo 06, 2010

Los intereses de los medios comunitarios

La nota editorial del número 77 de La Pulseada (marzo de 2010), titulada "Nuestro interés", que transcribimos a continuación, reflexiona sobre la agenda de medios comunitarios como los que integran RISA, nuestra red de emprendimientos sociales y editorial de calle.

Hace poco menos de un siglo, cuando la radio dejaba de ser una experiencia de aficionados para convertirse en un medio masivo, se generó en distintos países un debate sobre su uso, el modo de financiación y especialmente sus contenidos. Se confrontaron dos grandes modelos o filosofías, identificadas a veces por una denominación continental. El modelo americano fue eminentemente comercial: distintas empresas montaban emisoras y las sostenían mediante publicidad. Por su parte, cierto modelo europeo se caracterizó por el “servicio público”: el Estado financiaba la producción y la transmisión de una determinada programación. No viene al tema discutir cada experiencia: en algunos casos, los medios devinieron en propaganda partidaria dirigida por el gobierno de turno; en otros hubo experiencias interesantes de gestiones autónomas y plurales.
Con la gestión comercial no hubo tanta variante: lo que no es rentable, queda fuera. Así sucedió con la radio y luego con la tele. La aparición de medios comunitarios, aún en escalas pequeñas y con sus dificultades para financiarse, siempre llevó aire fresco al panorama mediático, por no tener ataduras con el poder estatal pero tampoco fines de lucro.
Algo interesante de aquel debate es que los partidarios del lucro empresarial denominaban a su proyecto “la radio democrática”, alegando que es la que “da a la gente lo que quiere”. Mucho de esa ideología que confunde democracia con libre comercio llegó hasta nuestros días.
En nuestro país, donde el sistema mediático está dominado por empresas comerciales, “la gente” mira a Tinelli porque “es lo que le gusta”, y tenemos “libertad” porque podemos hacer zapping entre 45 canales, aunque sean todos iguales.
¿Qué le gusta a la gente? Evitemos, por esta vez, discutir la ficción de hablar de “la gente” como algo existente y homogéneo. ¿Qué quiere ese sujeto que llamamos gente? Nos preguntamos eso muchas veces, en la redacción de La Pulseada, cuando nos llegan críticas porque la revista habla de temas que “no le interesan a la gente”.
Pero ¿qué le interesa a la gente? ¿Por qué le interesa? ¿Y cómo conoció la gente eso que le interesa?
Hablemos con sinceridad: ningún directivo de un medio pensado con la lógica del lucro dedicaría una portada a la historia de un desconocido. ¿Quién conoce a Luciano Arruga? ¿A quién podría interesarle alguien a quien no conoce?
Pero si “lo que interesa” está dicho de antemano, la historia silenciada de un pibe pobre desaparecido por la policía nunca podrá ser noticia. ¿A quién le interesa? A nosotros nos interesa. Y quisiéramos que también a los lectores.
Arrancamos 2010 deseando que sea un año de fortalecimiento de la revista. Entre otras cosas, trabajamos mucho en mejorar la distribución, siempre sin resignar la circulación “alternativa” que nos permite dar una fuente de ingresos a familias necesitadas (desde este número la revista aumenta un peso justamente para poder aumentar ese ingreso). Por eso agradecemos que nuestros lectores de siempre nos avisen si no reciben la revista o tienen algún problema. Y queremos también sumar lectores; por eso incentivamos que otros se suscriban.
Sin embargo, no admitimos conseguir lectores a cualquier precio. Porque bien podríamos dedicar la tapa a Verón hablando de sus expectativas sobre el Mundial, anunciar con letras gigantes la presencia de un narco mexicano o narrar la experiencia de un comerciante robado dieciséis veces en un mes. Sería ganar lectores perdiendo una batalla, la que quería dar Carlitos Cajade cuando fundó esta revista. Sería abandonar esa militancia de ideas por un “país con infancia”, con guardapolvo, con pan y con trabajo.
Seguiremos entonces tratando de hacer una revista atractiva, completa, honesta, profunda, sin renunciar a esos principios. Si la crisis de un club de barrio, la inocencia de los pibes atrofiados por el hambre y el paco, o la devastación de los recursos naturales, por dar algunos ejemplos, no le interesan a “la gente”, trataremos que les interesen, en lugar de borrarlos de nuestra agenda.
Creemos que una comunicación verdaderamente democrática es aquella que permite que más voces se escuchen. Incluso las que hablan bajito y a las que nunca se les presta atención. Las de los que no tienen recursos para defender sus intereses. Las que cargan con la pesadumbre de una injusticia flagrante. Las que vienen de donde no hay más presencia del Estado que la policía que reprime. Las que nos dicen que un pibe de barrio desaparecido por negarse a robar para ellos, no puede sernos indiferente.